Yo siempre estaré a tu lado

«Yo siempre estaré a tu lado»

Infinita Tristeza — Manu Chao

Siempre me ha puesto triste esa canción de Manu Chao. Nunca he conseguido entender por qué, ya que el ritmo es animado y la canción no es más que una amalgama de cortes de películas y audios radiofónicos aparentemente sin sentido ni conexión alguna. Podemos escuchar a un astronauta que se dispone a salir hacia el espacio, a un médico que dice curar la impotencia y a una niña que pregunta a su madre cosas sobre la maternidad. Tras darle muchas vueltas, entendí que la canción versa sobre la mentira. Mentiras piadosas para ocultar cosas tristes. Este argumento queda reforzado por el hecho de que, a mitad de la canción, hay un hombre que se dirige a todos los niños para «revelarles la verdad» porque no quiere que «se sientan engañados». De todos los cortes que podemos escuchar, el que más se repite de forma insistente es el de una madre diciéndole a su hija «yo siempre estaré a tu lado». En efecto, esta es quizás la mentira piadosa más terrible que un padre o una madre puede decirle a su hijo, ya que es totalmente falso. Salvo un terrible accidente, el hijo sobrevivirá a sus padres, y deberá aprender a vivir sin ellos a su lado.

Hoy ha muerto la perrita. Ha sido algo natural, sin sufrimiento, y a una edad muy avanzada. Es algo que puedo aceptar, ya sé que la vida es degradación. A pesar de todo, el trance es triste. Siento una infinita tristeza, como dice la canción, por más serena que sea. Me cuesta hacerme a la idea de que ese pequeño ser sintiente que lleva, literalmente, la mitad de mi vida conmigo ya no es más que cenizas. Ya no existe. El vacío que deja tras de sí es irremplazable. Me gustaría dedicarle un epitafio.

Mi querida Yuna:

Majorera de nacimiento y betulense de sentimiento. Recuerdo cuando llegaste temblando, arrancada de tu seno familiar y arrojada a la bodega de un avión. Temblabas como una taladradora y llorabas añorada. No eras más que una bola de pelo que cabía en la mano. Con el tiempo te conocí y supe que el tembleque era parte de tu personalidad. Siempre fuiste muy miedosa. En mi mente quedará siempre aquella Nochevieja que pasamos tú y yo solos en la cama a resguardo del ruido de los petardos.

Siempre huías de los desconocidos, especialmente de los niños. Había que ganarse tu confianza con hechos. Perra lista. Todavía me acuerdo del día que fuimos a comer a un pueblo de montaña y saliste escopeteada de miedo por un ruido. ¡Lo que costó dar contigo! Reconozcámoslo: a veces tenías miedo incluso de tu sombra. De repente, temblabas y mirabas hacia alguna pared, como si vieras a un ser invisible que nadie más podía ver. Sin duda, la más rara de la camada, ya que tus hermanos siempre fueron más abiertos y cariñosos con todo el mundo. Y yo que tengo debilidad por lo raro. Te has aferrado a la vida hasta tu último aliento. De hecho, ha habido que arrebatártela con una inyección porque no querías soltarla ni con tu sufrimiento. Pero ya era tu momento, convendrás.

También me has hecho trastadas. Cuando me compré el coche y decidiste mear en el asiento del copiloto. ¡Menudo disgusto me diste! Diecisiete años después, ese coche ya es chatarra y tú, cenizas. Ambos viviréis siempre en mis recuerdos. Nunca olvidaré aquellas carreras que te dabas cual liebre por el parque. Todos los demás perros corrían tras de ti en grupo, pero ninguno era capaz de alcanzarte. Iban cayendo rendidos con la lengua fuera sobre el césped, y tú seguías vacilando a los que conservaban fuerzas para perseguirte. Los dueños de los otros perros no daban crédito a tu velocidad y tus saltos acrobáticos. Eras pura fibra y energía. Todavía esperaré tus saltos de alegría cuando vaya a visitar a mis padres. Recordaré tu chapoteo por la orilla cuando te llevábamos a la playa. Tu insistencia con aquella maldita bota de plástico con la que no querías dejar de jugar nunca. Qué pesada eras.

Mientras yo viva, siempre te tendré presente. Formas parte de demasiados buenos recuerdos desde mi época universitaria hasta hoy. Has estado cuando me licencié, cuando aprobé el carné de conducir, cuando murió mi abuela, cuando me casé, cuando me divorcié, cuando emigré, cuando regresé. Has estado en todos los momentos importante de mi vida adulta. Por mi parte lo seguirás estando porque, mientras yo te recuerde, tu estarás conmigo y yo siempre estaré a tu lado.

Esta entrada fue publicada en La vida, Mi vida, Muerte, Sentimientos. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario