Dónde está la línea

Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan

El show de Truman

¿En qué momento pasa un adolescente a ser adulto? ¿Cuándo pasa una manzana de ser comestible a estar podrida? ¿En qué instante el plantón pasa a ser un árbol? ¿Y el feto un bebé? ¿Cuándo pasan las uñas de estar cortas a estar largas? ¿Qué nos dice que alguien ha pasado de estar traspuesto a estar dormido? ¿Qué tamaño debe tener un charco para empezar a llamarlo lago? Estamos rodeados de continuidad. Empleamos términos absolutos para designar conceptos cuyos límites somos incapaces de concebir. Hablamos en blancos y negros de mil tonos de grises. Nuestro cerebro necesita ordenar el mundo que lo rodea en cajones independientes que le den sentido. Pero el mundo no tiene sentido ni límites.

Este absurdo nos ha llevado últimamente a incorporar decenas de términos extraños en cuanto a identidades, sexualidades, ideologías, géneros y demás intentos de catalogar la naturaleza del ser y el sentir humanos. A mí personalmente me intriga conocer dónde está la línea que separa la relación sentimental de la amistad. ¿No es acaso una amistad una relación sentimental? ¿Acaso dos amigos no pueden tener sexo si es consentido por ambas partes? Se puede compartir piso con un amigo o amiga, tener sexo, cariño, preocuparse el uno por el otro, sin que ninguno considere que están en una relación sentimental. Entonces, ¿qué es una pareja? ¿Qué no lo es? Aunque todo el mundo cree tener esto claro, todos fracasan cuando intentan dibujar la frontera entre ambas cosas. Y es normal, porque no existe.

Como en el caso del plantón que pasa a ser árbol, no hablamos de conceptos radicalmente distintos que colisionan en un momento y lugar determinados. Son conceptos que transitan por una gama infinita de grises cuyo cambio es tan gradual e imperceptible que, para el observador, no ha sucedido. No podemos hallar la línea porque la línea no es tal, sino un espectro. Un espectro que ni siquiera sigue un patrón lineal ni se repite de igual forma para todos los sujetos cambiantes. ¿En qué momento el adolescente pasa a ser adulto? En el mismo instante y lugar en que una amistad pasa a ser una pareja: en la concepción simplista de nuestro cerebro de todo cuanto acontece a nuestro alrededor.

Esta imposibilidad de etiquetar todo de forma clara genera un gran desasosiego en algunas personas, sobre todo en aquellas que no quieren o pueden invertir tiempo y energía en comprender de veras la naturaleza del mundo. Aquellos que quieren una explicación rápida que les encaje para poder continuar con sus quehaceres. A veces se pueden confundir con gente inquieta que quiere saber, pero es todo lo contrario: lo que quieren es una explicación lo suficientemente simple para encajarla en su concepción y calmar así la ansiedad producida por el desajuste que ha provocado aquello inclasificado.

Cuando somos niños tenemos una sed insaciable de conocimiento del mundo. Debido a las limitaciones cognitivas de nuestro cerebro a dichas edades, asumimos muchas verdades simples con las que vamos configurando nuestra visión del mundo. El adulto que se queda con esa visión cuadriculada del mundo es un ser humano que ha dejado de crecer. Cuanta más energía invierte el adulto en comprender el mundo, más aristas se difuminan y mayor es la amalgama de formas y colores que hay en su cabeza, mezclándose y retorciéndose entre sí. Requiere trabajo aceptar las limitaciones de nuestra mente y vivir en paz sabiendo que las etiquetas que usamos son tan imprecisas como el minutero de un reloj que, en el momento que lo interpretamos, deja de ser cierto.

Cuanto más viejo me hago menos trato de etiquetar, de nombrar, de tildar, de catalogar las cosas. Las observo y asimilo su naturaleza sin más, como una suerte de conocimiento abstracto, no verbal. Y mira que me gustan las palabras. Mas las palabras no son más que otro intento humano banal de clasificar lo inclasificable, lo continuo, lo que transita de forma constante pasando por infinitos estados intermedios. Las palabras son mentiras reconfortantes para mentes débiles y limitadas como las nuestras. Cuanto más observo el mundo, más me pregunto dónde está la línea.

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